viernes, 3 de febrero de 2017

23. El jardín de Suldrun, de Jack Vance

Datos del libro
- Género: fantasía
- Editorial Gigamesh (Barcelona, España).
- Año: 2016
- Páginas: 420

Sobre el autor
John Holbrook Vance (más conocido por su peudónimo de Jack Vance) nació en San Francisco (California, EEUU) el 28 de agosto de 1916, y falleció en Oakland el 26 de mayo de 2013.
Estudió Ingeniería, Física, Periodismo e Inglés en la Universidad de California, Berkeley (graduándose en 1942), y trabajó por un tiempo como electricista en los astilleros de Pearl Harbor, abandonando esa ocupación un mes antes de producirse el ataque a ese sitio por parte de las fuerzas aéreas japonesas el 7 de diciembre de 1941. Más tarde, en 1943 se enroló en la marina mercante.
En cuanto a su obra, Vance comenzó a escribir en 1940, durante su etapa de vida universitaria. Su primer libro en ser publicada fue La Tierra Moribunda (1950).
Jack Vance es uno de los autores más reconocidos de fantasía y ciencia ficción del siglo pasado, y entre su círculo cercano de amigos se encontraban otros célebres escritores del género como Poul Anderson y Frank Herbert. De su amplia obra cabe mencionar por ejemplo sagas como la de La Tierra Moribunda, Ciclo de Tschai, Los príncipes demonio, Lyonesse (cuyo primer libro se publicó en 1983), entre otros.

Argumento del libro
Con El jardín de Suldrun da comienzo la trilogía de Lyonesse. Suldrun es la hija primogénita de Casmir, el ambicioso rey de Lyonesse, quien planea someter y conquistar a los demás reinos de las Islas Elder y convertirse así en el único y supremo monarca de ese archipiélago que en otro tiempo se situaba no muy lejos de las costas del golfo de Vizcaya. Por supuesto, para el cumplimiento de dichos planes la princesa Suldrun constituye una pieza esencial, en vistas a la conformación de alianzas políticas con algún reino mediante el matrimonio. Sin embargo, ella rechaza las imposiciones de su padre, por lo que éste, harto de la rebeldía de su hija, la manda confinar en un jardín que hay en una parte del castillo y que era frecuentemente visitado por Suldrun desde su tierna infancia. Durante su cautiverio, Suldrun se encuentra un día con un náufrago que resulta ser el príncipe Aillas de Troicinet, y el amor surge entre ambos. De esa unión nacerá un niño llamado Dhrun.
Sin embargo, el destino es adverso a los protagonistas, pues Casmir descubre el romance y, antes de que nazca el niño, manda encerrar a Aillas. Posteriormente, Suldrun ha conseguido ocultar el nacimiento de su hijo a su padre a duras penas, pero también acaba siendo descubierto, aunque ése no será el principal contratiempo ya que resulta que Dhrun ha sido capturado por las hadas del bosque y reemplazado por una de ellas. De esta forma, cuando Aillas consigue escapar de prisión tendrá que realizar un largo viaje en busca de su hijo.

Comentarios y conclusiones
Empecemos con la prosa. La  narrativa de El jardín de Suldrun podría calificarse bien como muy de su tiempo, en cuanto a que sus diálogos son sencillos y las descripciones detalladas y ocasionalmente amplias. Sin embargo, ha sido en el carácter de la prosa de Jack Vance, en su estilo y en su forma de contar las cosas en los que he visto las mayores objeciones e inconvenientes para con este libro.
Antes de seguir con ésto creo conveniente decir que El Jardín de Suldrun ha sido lo primero que he leído de Vance, por lo que ignoro si de lo que voy a hablar a continuación es algo bastante común y propio en toda la obra de este autor.
El caso es que, entre esos diálogos sencillos que los personajes suelen tener entre ellos, y las detalladas descripciones, ya sean de lugares o bien de las circunstancias políticas (pues lo digo ya, si bien en breve retomaré este aspecto: Jack Vance contextualiza bastante bien la historia) y demás, me he encontrado con un defecto por desgracia constante a lo largo del libro, y es la simpleza con las que son narradas muchas situaciones y escenas, algo que llegó a ser muy frustrante durante mi lectura.
Con la simpleza me refiero a que ante unos sucesos no se cuenta ni lo más mínimo sobre los pensamientos, las impresiones o los sentimientos que los personajes tienen al respecto, lo que provoca que el impacto que dicha situación pudiese haber causado en el lector pierda bastante peso, por el mero hecho de no haber profundizado en esos aspectos. Tal fue es el caso, por ejemplo, que durante la búsqueda de Aillas, algunos de sus compañeros mueren por el camino debido a las adversidades que se les presentan, y esa situación viene a estar narrada más menos y en resumidas cuentas de la siguiente forma: el compañero muere, Aillas y los otros lo entierran y se marchan. No hay más, no cuenta que Aillas sienta un gran pesar por perder a un valeroso compañero durante la búsqueda de su hijo ni nada en absoluto.
Si bien la prosa de Jack Vance en El jardín de Suldrun puede seguir en cuanto a estilo y forma la narrativa de los cuentos clásicos o de las leyendas medievales, éso no quita que esa simplicidad y la falta de profundidad en verdad constante sean importantes inconvenientes durante la lectura.
Otro caso que me ha venido a la mente es que hay un personaje que posee un carromato tirado por dos caballos bicéfalos y con patas de tigre (si bien éste detalle se da bastantes páginas más adelante de la primera vez que son mencionados), pues bien, no espere el lector a que Jack Vance cuente por ejemplo el lugar donde el personaje logró obtener a tan peculiares animales, o si éstos tienen una dieta o un comportamiento especial y diferente al de los caballos normales.
Hay ciertas cosas a lo largo de la historia que el autor da por sabidas, y en ocasiones da incluso la impresión de que más bien se está leyendo la primera versión escrita o el borrador de esta historia.
La prosa de Jack Vance podría resumirse de la siguiente manera: mucho decir nombres de lugares y sitios por los que pasan los personajes (otro defecto, algo que en los momentos en los que se da llega a ser pesado, como una guía de viajes que va indicando no mucho más que los nombres de los lugares que aparecen a lo largo del camino) y poco profundizar y dar detalles de los pensamientos y sensaciones de sus personajes.
Pero antes que nada aclarar: El jardín de Suldrun no es un pésimo libro de fantasía. Por cuanto se ha dicho antes por supuesto es mejorable, pero no malo.
Puede que Jack Vance no tenga término medio a la hora de dar detalles en la narración (o dice mucho o dice poco, como se ha venido diciendo), pero lo cierto es que tiene sus puntos de originalidad así como cosas y elementos que despiertan el interés y llaman la atención.
La historia de El jardín de Suldrun transcurre durante tiempos medievales en un archipiélago ficticio ubicado en el golfo de Vizcaya, en el que cohabitan diversos pueblos humanos junto con seres fantásticos mayormente feéricos como las hadas, los ogros y los trasgos, y muchos de los nombres presentados evocan a las leyendas del Ciclo Artúrico y la mitología celta (de hecho ésta es una de las culturas que habitan en las Islas Elder, y también existen conexiones entre la historia de este archipiélago y el legendario rey de los bretones).
Jack Vance ha mezclado de una manera francamente interesante y bien entretejida la fantasía de su propia cosecha con la historia de nuestro mundo y los elementos de las leyendas celtas y medievales, y ello se muestra al lector mediante una contextualización bien realizada de  a lo largo de la historia, agilizada en parte por la presentación sencilla (que no simple de la forma que he señalado antes) de algunos lugares, situaciones y personajes, y además de estar reforzada por una nota preliminar y los dos capítulos de glosario habidos al final del libro, sin olvidarnos del mapa de las Islas Elder y del árbol genealógico de los monarcas que gobernaron en ellas.
Así pues, el modo en que concluyen los acontecimientos, y más aún los enigmas e interrogantes que se plantean en el epílogo, atraen, despiertan la curiosidad del lector, y da una oportunidad para con el siguiente libro de la trilogía, aún con la posibilidad de que el estilo de Vance poco vaya a cambiar, y si he de dar algún tipo de veredicto sobre este clásico de la fantasía que he tenido ocasión de leer diría, sin intención de retractarme de esta opinión, que los lectores exigentes habéis quedado avisados y prevenidos.

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